¡Despierta Colombia!

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En esta ocasión trataré de producir algo que invite a reflexionar, pues si bien hoy se marca un antes y un después, esta vez quiero aprovechar lo sucedido para mencionar otros problemas que parecen apagarse luego de extender cortinas de humo. Busco así enfatizar tres problemas graves que enfrentamos y para los que reina el importaculismo, aclarar además, que hablo a título personal y no en nombre de alguna organización.
Las casas de pique, la delincuencia común, el glifosato, la falta de recursos para educación primaria, básica, media y superior, la práctica común de falsificar títulos para altos cargos, la corrupción, las cortinas protectoras de los funcionarios con poder, el sistema de salud y otros más, son algunos de los problemas que en Colombia son pan de cada día, luego hoy no los abordaré.

Para iniciar, quiero lamentar que el 17 de enero de 2019 fue un día lamentable para nuestra historia, pues temprano en la mañana medios nacionales e internacionales se ocuparon de narrar un atentado que por sus características no se repetía desde hace varios años, luego con una particularidad, pues se habla del primer ataque con suicida a bordo, lo que perfectamente se puede interpretar como una copia de prácticas delincuenciales que en otros países si es común.
Como de costumbre, navegué en internet para revisar los titulares del día. Con profunda tristeza leía títulos como:
  • Las pistas sobre el ataque con carro bomba a escuela de policías – El Tiempo
  • Tres atletas, entre las víctimas de la explosión del carro bomba en la Escuela General Santander – El Espectador
  • “Colombia está firme y unida para derrotar el terrorismo”:  Duque – Semana
  • Cadete ecuatoriana que murió en el atentado había sido becada – El Tiempo
  • Policía confirma que son 21 muertos por atentado en escuela de cadetes en Bogotá – Noticias Caracol
Sentimientos encontrados se reproducían en mi interior, debo confesar que el primer título llamó mi atención pero no preocupó como los demás. El segundo provocó frustración, pues no es justo que una vez más las víctimas de una guerra superflua sean personas inocentes y familias enteras que tienen que aguantar cómo la desprotección del estado apaga sueños y enciende alarmas por un olor a guerra que se puede olfatear al leer el tercer titular. Luego en el cuarto, sentí una profunda impotencia, pues una de las víctimas era ecuatoriana y se encontraba adelantando estudios gracias a una beca que le dio su país, según ellos, en búsqueda de mejores oportunidades, se me ocurre llamarla algo así como “la beca de defunción”.
El día transcurrió y la reflexión no se hizo esperar. Fue inevitable que las características de este atentado no me devolvieran a las décadas de los 80 y 90, pues inclusive el vehículo utilizado era muy similar al que utilizaban en la época. Entonces la incertidumbre me invade y me pregunto si acaso en vez de avanzar estamos retrocediendo, pues con tristeza debo expresar que está regresando ese silencio temeroso que se evidenció a principios de siglo, el mismo que se justificaba en un pánico a ser desaparecido si se alzaba la voz.
Episodios como el reciente atentado logran abrir las puertas a esa oratoria antiterrorista que ayer invadió los medios de comunicación y las redes sociales, la misma que logra promover la polarización, sembrar odio y que además sirve de cortina de humo para desviar la atención de problemas no menos importantes que deberían ocupar la mente de todos los ciudadanos. Así entonces, irrita saber que el problema más que el origen de lo ya sucedido es la incertidumbre de lo que vendrá. Duele leer titulares que sólo invitan al revanchismo, da desconsuelo interpretar como desde el discurso nos hacen creer que el problema no es la desigualdad, el IVA, la falta de oportunidades o la corrupción, sino que lo es el terrorismo, ese que hace unos meses parecía haber cesado.
Es que acaso no estamos mamados del importaculismo para unas cosas y la vehemencia para otras, hasta cuándo vamos a permitir que nos rotulen como si fuéramos productos de alta y baja calidad, voy a mencionar tres problemáticas que se atacan con serenidad y que dejan un sinsabor al ver el ímpetu y la indignación con la que se embisten algunos ciudadanos cuando ocurren hechos como el que hoy nos llama a la reflexión.
En primer lugar, me referiré a los líderes sociales. Y es que según Indepaz, en 2018 fueron asesinados 226, un 43% más que en 2017 y 133% más que en 2016. Además, en lo que va corrido de enero, se reportan alrededor de 10 asesinatos. Por consiguiente, tenemos una comunidad de personas que está siendo aniquilida, desaparecida y callada de manera vehemente. Termino este tema recordando que el exterminio de la Unión Patriótica inició de la misma manera.
En segundo lugar, mencionaré a la violencia de género. Este tema no es menos exasperante. Tengo para anotar que entre el año 2017 y 2018 fueron asesinadas 1.724 mujeres, en promedio dos por día. En consecuencia, si se analiza la cifra de damas maltratadas, esta sería mayor, pues la primera corresponde a decesos. Obnubilación es quizá el resultado mental luego de contrastar el atentado en la escuela de policías y el show mediático que este produjo con la problemática anteriormente descrita.
En tercer lugar, compartiré el tema que más disforia produce, no porque sea más importante, sino por las cifras y las características del mismo. Sabían ustedes que Colombia es el tercer país donde se matan más niños y el quinto con mayor porcentaje de menores desplazados. En cifras, estamos hablando de por lo menos dos millones de chicos desplazados y un total de 7’671.124 de personas en la misma condición. Para colmo, a Octubre de 2018 habían desaparecido 1.831 niños, un promedio de seis por día y según El Tiempo; 1.280 son casos de niñas y 551 de varones. ¿Qué opinan?
Nuestro panorama no es alentador. No podemos tragar entero con los medios de comunicación y mucho menos con un gobierno que de manera evidente insta a la guerra y que tácitamente asume posiciones importaculistas con algunos casos y vehementes con otros. Aquí quiero ser contundente, la violencia bajo ningún argumento puede ser aceptada, invito entonces a que tomemos las armas, si, las armas de la lectura y la educación para sacar a Colombia de esta guerra que parece haberse arraigado a nuestra cultura originando así, cientos de posverdades y adagios populares.
Sepamos que el problema de Colombia va mucho más allá de un terrorismo magnificado además por unos pocos y validado por las mayorías. En ese sentido, Colombia tiene múltiples cánceres y precisamente el terrorismo no es el que hace metástasis, luego la salud, la educación, los crímenes de estado, la corrupción, el importaculismo y otros si son nuestra máscara de la muerte roja. Entonces, me parece oportuno citar a César Augusto Londoño cuando tras la muerte de Jaime Garzón lleno de sentimiento emitió al aire una frase contundente así: “Y hasta aquí los deportes, país de mierda”, la cito no porque tenga razón, sino porque a veces da la sensación que nosotros si vamos a permitir que unos pocos lleven nuestro territorio a esa característica.
Concluyo diciendo, que espero y el resultado de esta reflexión no vaya a ser un lastre de críticas en mi contra, pues dado mi registro ya me han dicho en otras ocasiones que al final termino dando mal ejemplo, y es que si algunos se escandalizan porque un profesor escribe así y seguramente aplauden todo lo que pasa, entonces yo puedo concluir que el problema de Colombia no es ninguno de los aquí mencionados, sino sus ciudadanos. De manera que digan ustedes, ¿qué más tenemos que aguantar para despertar?   

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Por:
Hernán Tena Cortés
Docente
+57 321 643 5554

Referencias

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