¿Por qué y para qué se evalúa?

Desde hace varios años la estructura del sistema educativo viene clamando cambios que luego los resultados de pruebas estandarizadas como ICFES y PISA confirman. Esta realidad es conocida por el gobierno nacional, tanto que se han diseñado estrategias cuyo fin es la transformación del sistema y se ha reglamentado el decreto 1290 de 2009, que otorga libertad al educando en la forma de evaluar.
 
Pero en el aula la práctica muestra unas variaciones mínimas a lo que era hace unas décadas. Metodologías contemporáneas, estrategias pedagógicas y nuevas tecnologías aplicadas a la educación parecen no ser protagónicas en la praxis educativa de la actualidad. Pues todavía es común realizar evaluaciones calificadoras que obligan al estudiante a estudiar para el examen con el fin de recibir un número o letra aprobatoria, generalmente dejando aprendizajes poco significativos que se olvidan rápidamente1.

La evaluación tal y como está planteada en la actualidad edifica poco y desmotiva al aprendiz. La tendencia es valorar resultados, más que comprender las posibles causas de los errores o dificultades del estudiante. En ocasiones genera bloqueos y no evalúa habilidades, termina haciendo mediciones de corto y no de largo plazo. 

En ese sentido, es importante hacer una pausa en el aula y preguntarse por qué y para qué se evalúa. Quizá si los encargados de diseñar los exámenes tuvieran el objetivo claro, el procedimiento y los resultados serían distintos. El norte de la evaluación no debe ser penalizar el error y marginar a los que lo cometen, puesto que esto produce que los estudiantes intentan disimular con todo tipo de estrategias, inclusive aquellas que atentan contra la honestidad que se busca fomentar en la escuela. 

Luego de reflexionar alrededor de la evaluación y entender que si no hubiera errores que superar, no habría posibilidad de aprender y que un gran reto para el profesor es comprender las causas del error, porque sólo ayudando a los alumnos a reconocerlas será posible que lo corrija; se plantea una evaluación que enseñe al estudiante a detectar sus dificultades o incoherencias, comprender por qué las tiene, y tomar decisiones para superarlas, sin olvidar que muchas veces le es difícil tomar conciencia de ellas, ya que no percibe o reconoce otras formas de pensar o hacer2.

Si se analiza lo anterior con lo que sucede en el aula, es preciso mencionar que los estudiantes que tienen éxito en la escuela se caracterizan por no cometer errores, dada su capacidad para identificarlos y corregirlos. Lo anterior, enaltece la importancia de la autoevaluación que al final termina edificando la integridad del alumno y no sólo el saber que se le evalúa.

Por último, cabe anotar que el objetivo de muchos alumnos es aprobar y no tanto aprender, ya que lo que motiva inicialmente suele ser sólo la nota o la felicitación que espera recibir si lo hace bien. Así, se extiende una invitación a rediseñar la evaluación y responder por qué y para qué se evalúa.

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Por:
Hernán Tena Cortés
Docente
+57 321 643 5554

Referencias 
1. http://cad.unam.mx/programas/actuales/cursos_diplo/diplomados/uaem_2014/00_cont/09_material/material/02_modulo2/04_qui/material_modulo_II_Quimica/01_10_ideas_clave_Evaluar_P1.pdf
2. http://cad.unam.mx/programas/actuales/cursos_diplo/diplomados/uaem_2014/00_cont/09_material/material/02_modulo2/04_qui/material_modulo_II_Quimica/01_10_ideas_clave_Evaluar_P1.pdf
Sanmartí, N. (2007). 10 ideas clave, evaluar para aprender. Madrid: Editorial GRAÓ.


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