La plaza de Bolívar de Pereira, el lugar desconocido
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Ambiente lúgubre, trabajadoras
sexuales, personas menesterosas, oscuridad y transeúntes que sólo esperan la
oportunidad para satisfacer sus necesidades con lo ajeno, son algunas de las
características que adornan la icónica plaza de la ciudad de Pereira luego de
las diez de la noche en un día convencional.
Era miércoles en la noche, el
reloj marcaba las 22 horas y algunos minutos. Del distinguido hotel Soratama,
salía un grupo de profesores que se encontraba realizando el curso para ejercer
como pares evaluadores de Corpoeducación.
Un profesor (de ahora en adelante
Luis), se desplazó por la Carrera séptima entre calles 19 y 20, él cuenta que a
su alrededor se ubicaban dos personas. La primera, una dama de estatura
promedio, cabello corto y ropa deportiva; la segunda, un joven que lucía una
gorra, ropa deportiva y de estatura baja. El docente, creyó que los transeúntes
iban juntos, pero la realidad evidenció lo contrario.
Luis continuó su camino, se
desplazaba hacia su vehículo para finalmente dirigirse a casa. Él escuchó a sus
espaldas unos gritos, era el joven que al parecer decía:
-
“¡Qué papi, me está siguiendo o qué!”
Luis aceleró el paso, de reojo
miraba hacia atrás y notaba como el joven lo perseguía decorando el ambiente
con sus gritos. El primero miró hacia el norte, notó que no habían carros y que
el CAI móvil que anteriormente se ubicaba en la plaza había desaparecido, el
joven se acercaba y la tensión del docente aumentaba, pues claramente se
evidenciaba esa estrategia de asalto que es tan común en esas latitudes.
Finalmente, un taxi se acercó al
semáforo ubicado en la calle 20 con carrera octava, Luis lo abordó y una vez
ascendió al vehículo, le indicó al conductor hacia donde se dirigía y le pidió
el favor de subir la ventana, pues por el retrovisor observó que el joven se
seguía acercando. Transcurridos unos segundos, el transeúnte llegó y se ubicó
en el exterior de la ventana y continuó gritando lo mismo. Asimismo y de manera
inexplicable, a la ventana de quien conducía se acercó otro joven de
características similares, acercó su rostro y dijo:
-
“¡Ese pirobo nos viene siguiendo, que se baje a
ver cómo son vueltas!
Luis le pidió al taxista que
subiera también su ventana y que acelerara hacia el destino. Pues se confirma
la tesis, usaban la estrategia de entretener a la víctima para poder acercarse
y ejecutar el maquiavélico de hurto quizá con arma blanca.
A la administración municipal,
preguntarle ¿por qué y bajo qué conclusiones decidieron reubicar el CAI móvil
que se ubicaba en dicha plaza?
Así Luis concluyó, que en efecto,
la Plaza de Bolívar de Pereira es un lugar desconocido en horas de la noche.
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